
Hace unos días, una paciente de 68 años visitó mi clínica – llamémosla paciente A. Así que A acudió a mí con quejas de no poder dormir por la noche. Mientras hablábamos, el paciente habló de que los últimos años habían sido difíciles. Después de haber estado tan involucrado en su vida profesional, A experimentaba de repente un vacío tras la jubilación. Los compromisos sociales se redujeron y los hijos vivían en ciudades diferentes, ocupados con sus vidas y prioridades. El cónyuge de A experimentaba dificultades relacionadas con la salud, por lo que se encontraba en gran medida confinado en casa. Al mismo tiempo, la inseguridad financiera y el aumento del coste de la vida también eran motivo de preocupación. Los dos últimos años de la pandemia habían sido especialmente difíciles, ya que ambos habían interiorizado el aislamiento y la pérdida de compañeros, amigos y familiares.
Nuestro mundo actual está envejeciendo. Sin embargo, la angustia de los ancianos suele pasar desapercibida. De hecho, un asombroso siete por ciento de la población de edad avanzada sufre de depresión por sí sola, lo que es mucho más alto que en cualquier otro grupo de edad. Aunque los problemas de salud física también pueden afectar al bienestar de las personas mayores, también debemos ser sensibles a los problemas psicosociales que experimentan y hacer todo lo posible por mitigarlos.
Quizá el elemento clave para aceptar el envejecimiento sea precisamente ése: aceptar que es algo inevitable y prepararse para la transición lo mejor que se pueda. En el nivel más básico, esto incluye una planificación financiera prudente y hacer todo lo posible por cuidar nuestra salud física. Pero envejecer, y envejecer con dignidad, es mucho más que eso.
Las personas suelen estar tan absortas en la construcción de sus carreras y en la formación de sus familias durante la juventud y la madurez, que a menudo no encuentran la necesidad o el tiempo para invertir en otras actividades de la vida, ya sean relaciones o intereses y aficiones alternativos. Como resultado, la vida después de la jubilación puede sentirse sin rumbo y aislada. Como los retos del trabajo y la crianza de los hijos continúan, también es importante que invirtamos en nuestras propias vidas. Dedicar tiempo a cultivar las relaciones dentro de la comunidad. Cultive intereses fuera del trabajo que le den alegría y felicidad. Encuentra un sentido de propósito que te impulse y te motive a seguir adelante con tu día. Tener una rutina estructurada en la que te mantengas activo física y mentalmente también puede contribuir en gran medida a garantizar el bienestar. Un reto único para nuestras generaciones, también debemos mantenernos al día con los últimos avances tecnológicos que se han abierto paso en nuestra vida cotidiana, sin cuyo conocimiento podemos tener dificultades para enfrentarnos incluso a lo mundano.
Sí, se pierden muchas cosas con el tiempo: podemos perder nuestra estatura, podemos perder a nuestros amigos. La salud física no siempre está de nuestro lado. Pero también hay muchas cosas que se ganan con este tiempo: un legado aportado por la experiencia, la empatía y la sabiduría. Puede que no siempre sirva de nada aferrarse a las cosas como solían ser. En su lugar, encuentre un nuevo propósito en la vida, en el que no sólo regale a los más jóvenes sus historias, sino que también sea el mentor, el modelo a seguir, el guía que pueda dar forma al futuro.