
Decenas de miles de inmigrantes rusos están recibiendo una «fría acogida» en Georgia, y a algunos no se les permite entrar en los bares del país. «El mundo debe detener la agresión rusa», reza un cartel colgado en el bar Dedaena.
«Los rusos que vienen a Georgia no deben olvidar que vienen a un lugar bajo el terror de su país», dijo Data Lapauri, propietario del bar Dedaena.
Para muchos georgianos, la invasión de Ucrania por parte del Kremlin ha reavivado los dolorosos recuerdos de la guerra ruso-georgiana de 2008 y las conversaciones sobre el apoyo de Moscú a las regiones «escindidas» de Georgia. Al mismo tiempo, cada vez más rusos que condenan la guerra se han refugiado en la capital georgiana, Tbilisi.
En los últimos seis meses, las tensiones entre georgianos y rusos han aumentado en medio de la guerra en Ucrania.
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«Condeno la agresión de Rusia en Ucrania»
Los empresarios georgianos piden a los clientes rusos que confirmen verbalmente o por escrito que no apoyan a Vladimir Putin.
Dedaena es uno de los bares que implementó el término «política de visados».
Los ciudadanos rusos que quieran beber en el bar deben rellenar un formulario en línea en el que aceptan declaraciones como «condeno la agresión de Rusia en Ucrania».
Se pide a los visitantes que no hablen en ruso ni «participen en discusiones políticas en estado de embriaguez», revela el formulario online.
La discoteca más famosa de Georgia, Bassiani, ha prohibido a los rusos cruzar su umbral.
Muchos rusos en Georgia creen que estas medidas violan sus derechos. Las normas de Dedaena provocaron una serie de ciberataques en el sitio web del local, donde aparecieron muchos comentarios y críticas negativas. Los atentados fueron supuestamente organizados por el Estado Male, un grupo extremista ruso.
Otros georgianos temen que una comunidad demasiado numerosa de rusos ponga en peligro la estabilidad de Georgia, un país de apenas 3,7 millones de habitantes.
Los guardias fronterizos georgianos también rechazan cada vez más la entrada de periodistas y activistas rusos de alto nivel.
Quienes se oponen a las restricciones impuestas a los ciudadanos rusos afirman que estas medidas no hacen más que aumentar las tensiones entre los lugareños.
Pero, según Lapauri, siempre que los rusos que quieran beber expresen su oposición a Putin, serán tratados como cualquier otro georgiano o invitado en su país.