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¿Cómo controlar el botón del pánico?

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¿Cómo controlar el botón del pánico?

Todos tenemos nuestras propias vulnerabilidades, cosas que nos desencadenan o situaciones que nos empujan a reaccionar de formas que de otro modo no haríamos. Estas reacciones pueden ir desde el miedo y la ansiedad hasta la ira, la hostilidad y los sentimientos de impotencia o desesperación.

A me visitó hace unas semanas, enfrentándose a dificultades en el trabajo. A era un profesional de alto rendimiento, que casi siempre recibía elogios y reconocimiento por el trabajo realizado. Sin embargo, en esta ocasión, A recibió un comentario negativo del jefe por no estar a la altura. Lo que siguió fue que A se tomó una semana de vacaciones, sintiéndose mal. Incluso después de reanudar el trabajo, A no fue capaz de rendir de la misma manera, siguió evitando el trabajo y cometiendo errores, y empezó a sentirse cada vez más estresado en el trabajo.

B era un paciente que acudió a mí con quejas de ataques de ira mientras conducía. Por lo demás, B era tranquilo y calmado y no se enfadaba a menudo. Sin embargo, de vez en cuando, cuando se enfrentaba a una situación en la que otro coche le cortaba el paso o tenía un accidente menor, experimentaba un ataque de ira que a menudo desembocaba en agresiones verbales y físicas. La angustia emocional se prolongaba durante unas horas y afectaba incluso a las interacciones con la familia y los amigos.

Estos son sólo algunos ejemplos de factores desencadenantes que pueden causar una gran angustia a las personas en el momento. Dado que cada persona responde de forma diferente ante una misma situación, es importante tener en cuenta los patrones de pensamiento, los prejuicios personales, las habilidades de regulación emocional, los patrones relacionales y las experiencias vitales previas del individuo y la forma en que pueden moldear nuestras percepciones y reacciones.

(1) El primer paso para abordar estos patrones de respuesta es identificar nuestros desencadenantes. Observar las situaciones que provocan una angustia significativa. Llevar un registro escrito de las mismas también puede ayudar a comprender los patrones que pueden surgir. También hay que ser consciente de los cambios fisiológicos que se producen en el cuerpo cuando se siente un desencadenante, como un aumento del ritmo cardíaco, cambios en el patrón de respiración, tensión muscular, etc.

(2) En el momento, cuando te encuentres experimentando una reacción exaltada, es mejor dar un paso atrás y salir de esa situación. Haz una pausa y retrasa el impulso de reaccionar durante unos instantes. Abandonar el espacio físico, o distraerse realizando otra tarea, o centrarse en otros estímulos del entorno también puede ayudar a desconectar y disipar la angustia.

(3) Al mismo tiempo, también es importante un enfoque a largo plazo para abordar estos desencadenantes. Reflexionar sobre las vulnerabilidades personales que pueden influir en las respuestas de una determinada manera. Abordar las experiencias pasadas que pueden moldear nuestras respuestas y trabajar en los sistemas de creencias que afectan a nuestra forma de pensar y percibir.

(4) Practicar las habilidades de regulación emocional puede ayudar mucho a abordar estas respuestas. Identifica y etiqueta las emociones que experimentas y aprende a tolerar el malestar que surge de estos sentimientos. Además, exprese estos sentimientos de forma abierta y honesta con sus amigos y familiares cercanos. Responder a las situaciones de forma asertiva puede ayudar a gestionar nuestra comunicación de forma eficaz.

Por último, recuerda dar prioridad a tu autocuidado mientras navegas por los desafíos diarios de la vida. Mantén un equilibrio saludable, tómate descansos regulares y dedica tiempo a las cosas que te gustan. Cuida tu salud física. Practica regularmente la relajación y la atención plena y mantén una actitud positiva y resolutiva ante la vida.