Un joven de 14 años, llamémosle A, acudió a mí con la preocupación de que algunos de sus amigos tenían una presencia mucho mejor en las redes sociales, con una simpatía cada vez mayor y un gran número de seguidores. Por ello, sentía constantemente la presión de no caer bien a la gente debido a la falta de esas habilidades y capacidades. En cambio, me encontré con B, un joven adulto trabajador que albergaba dudas sobre sí mismo, ya que algunos de sus compañeros en el trabajo hablan mucho mejor y son más admirados por la gente. Aunque B tiene conocimientos, siente que no es lo suficientemente bueno en comparación con los demás.
En otro caso, me encontré con C, que se sentía inferior porque la indecisión en las situaciones sociales le impedía ser uno mismo, lo que le empujaba a imitar el comportamiento, las elecciones y los gestos de las llamadas personas simpáticas. Luego estaba D, un estudiante muy joven de séptimo o octavo curso, que deseaba constantemente ser como los mayores por ser guay debido a su popularidad.
En algún nivel, podremos identificarnos con A, B, C y D porque en diferentes momentos y coyunturas de nuestras vidas, todos sentimos la presión de intentar hacer lo que percibimos que puede ser cool, estar de moda y ser simpático. Uno es quien es. La realidad es que, lo aceptemos o no, todos somos individuos, todos somos diferentes, todos somos únicos, y no importa el conjunto de habilidades que tengamos, siempre tendremos nuestra singularidad. Pero nos gusta ajustarnos a lo que percibimos como la mejor manera. Puede ser una tendencia en las redes sociales, algo que puede estar fuera de nuestra zona de confort. Pero lo seguimos sólo porque creemos que a los demás les gustará.
En el momento en que empezamos a entrar en este ciclo en el que nuestro comportamiento, nuestros pensamientos y nuestras acciones giran en torno a si gustan o no a los demás, cuando buscamos la aprobación, empieza a afectar a nuestro sentido del yo. Esta diferencia entre lo que retratas, proyectas y lo que eres en realidad se convierte en una lucha constante que puede afectar a tu vida social, tu salud mental y tu bienestar general. Por eso, en lugar de sentir la presión de caerle bien a alguien o de hacer cosas que les gusten a los demás, tenemos que centrarnos en una sola cosa y recordar que todos somos individuos con nuestras propias habilidades. Si quieres expresarte, que te vaya bien en la vida y sentirte seguro de ser quien eres, reconoce tus puntos fuertes y débiles.
1) Optimiza tus puntos fuertes y sigue mejorándolos. Fíjate en lo que has conseguido y no en lo que no has conseguido. También traza un mapa de tu superación personal a lo largo del tiempo. Al mismo tiempo, sigue aprendiendo a reducir tus limitaciones, pero nunca trates de ser alguien más que quien eres. Sé tú mismo y exprésate.
2) Aléjate al máximo de los desencadenantes. No puedes estar reaccionando a los factores externos que te hacen sentir triste, inseguro y cínico. La regla de oro para mantenerse cuerdo es ignorar a los fanáticos y mantenerse alejado de las personas y situaciones que te hacen sentir mal. Tampoco te metas en conversaciones que traten sobre comparaciones de otros.
3) Utiliza las redes sociales para acceder a información popular y para conectar con personas de tu círculo. Limita el tiempo de scroll y no prestes atención a los temas de «cuerpo bonito» allí. Apaga las aplicaciones en lugar de dejar que esa alerta de notificación te genere ansiedad. Utiliza el tiempo libre al aire libre.
4) Evita dejarte llevar por lo que la gente hace o dice porque ellos también están proyectando. No sabrás si ellos mismos lo están pasando muy mal y lo esconden bajo las sábanas.
5) Además, considérate feliz si estás sano en lugar de permitirte ese estilo de vida tan lujoso. Agradece lo que tienes.